jueves, 22 de marzo de 2012

Régimen preposicional de los verbos castellanos

Ya son varios los lectores que me escriben preguntándome dónde pueden consultar el régimen preposicional de los verbos castellanos; es decir, con qué preposición se acompaña determinado verbo.




Un buen comienzo es el Diccionario María Moliner. Hay que buscar el verbo respecto del cual uno tiene dudas, y entre paréntesis y en itálicas aparece las preposiciones que se utilizan con el verbo en cuestión.



Un muy buen segundo paso es el Diccionario de las preposiciones españolas, de Alicia María Zorrilla. Y también otro libro del que ya hablé en este blog, Las preposiciones - Valores y usos - Construcciones preposicionales, de María del Carmen Fernández López.



Éstos son los diccionarios que yo tengo y los que uso. Seguramente hay más. Este tipo de diccionarios, muy específicos, se encuentran en librerías especializadas o bien se pueden comprar directamente en España, a través de Internet. Para hacerse de otros títulos, sugiero guglear "diccionario de preposiciones" y ver qué resulta.

miércoles, 21 de marzo de 2012

El camino de la resignación

En uno de los foros de los que participo en LinkedIn se inició un debate con la siguiente consigna:

ABRO CITA
Estoy buscando informacion sobre como mantener el correcto uso del idioma espanol en los Estados Unidos. Que pueden hacer los maestros, el sistema de educacion y la sociedad a su favor?
CIERRO CITA

Una servidora, por supuesto, sugirió el seguimiento de las normas y lineamientos dispuestos por la Real Academia. Otros participantes, incluida la iniciadora del debate y una servidora, hablamos del "español correcto" y del "español incorrecto", términos éstos en los que se cae de manera inevitable cuando el tema versa sobre "hablar según las reglas" o "hablar fuera de las reglas".

Una de las respuestas fue la siguiente:

ABRO CITA
Creo que más que nada, hay que reflexionar sobre lo que es 'correcto' or si existe este idea. Están diciendo que hay que hablar castellano de España para ser inteligente o mostrar el intelecto de cada uno? Yo creo que la formación de Spanglish o cambiar la idioma que originó de muchos países hispanohablantes no es incorrecto, es inevitable. Los españoles si mismos no siempre dicen lo correcto, entonces como podemos esperar lo mismo de nuestros alumnos que además, quizás nunca irán a España! Necesitan español para sobrevivir día a día en situaciones más cotidianas. Creo que profesores tendrían que encontrar un balance entre spanglish y un español académico por el simple hecho de rendir pruebas y hacer traducciones pero hay que entender que ya no es el español que se usa a diario hoy en día.
CIERRO CITA

En primer lugar, dejo constancia (bajo juramento solemne) de que ninguno de los participantes del debate hablamos de que había que hablar el castellano de España para ser inteligente o para mostrar el intelecto de cada uno. Así se lo hice saber a la señorita dueña de la intervención.

Pero lo que me llama la atención es la superficialidad con que se toma el concepto, ya enunciado por Ferdinand de Saussure y sus epígonos, de la "mutabilidad de la lengua". La señorita autora del segundo párrafo citado dice: "Yo creo que la formación de Spanglish o cambiar el idioma que originó de muchos países hispanohablantes no es correcto, es inevitable".

Lo de "inevitable" me parece, por lo menos, relativo. Todos podemos tomar la decisión de hablar mejor y no por eso bloquear ni obstaculizar la "evolución de la lengua". El lenguaje es un reflejo de lo que somos por dentro, del mucho o poco bagaje espiritual que poseamos, y tenemos la posibilidad de operar sobre eso. Tenemos la posibilidad cierta de aprender más palabras, de abrir un libro y enterarnos de qué sintaxis tenemos que utilizar en determinado idioma para hablar ese código común que permite la comunicación.

La autora del segundo párrafo citado agrega: "Necesitan español para sobrevivir día a día en situaciones más cotidianas" (la sintaxis de esta misma señorita deja bastante que desear, pero obviemos ese detalle). Justamente ésa es la justificación para hablar un mejor castellano, apegado a lo que son los usos y costumbres actuales recogidos por la Real Academia: en la medida en que pueda hablar yo un castellano comprensible, bien estructurado -lo cual supone estudios y lecturas, claro- podré defender mejor mis derechos, por ejemplo, ante un atropello de cualquier índole. Tendré la posibilidad de leer las leyes y ver qué derechos me garantizan y cuáles obligaciones me exigen. Tendré la posibilidad de saber si mis gobernantes cumplen con sus promesas electorales o no. Todas esas ventajas me las da el conocer a fondo -lo más a fondo posible- un idioma dado.

Sí, claro; alguien me dirá: "Bueno, está bien, pero los jóvenes hispanos de California también tienen grupos de pertenencia con los cuales hablarán otro código, el del Spanglish". No hay ningún problema. Podés utilizar un código para cada situación, y seguramente a esos chicos les va a ser muy útil manejar el código que les exigen sus pares. Pero ese código no va a ayudarlos cuando la policía haga abuso de autoridad respecto de ellos. Entonces, es bueno tener en claro cuáles herramientas lingüísticas te ayudan y cuáles te juegan en contra.

Parece una pavada; parece que las palabras son palabras y nada más. No, muchachos, las palabras son mucho más que eso. Hay palabras que te salvan y otras que te hunden. Pero quiero rescatar esa noción de lo "inevitable": la evolución de la lengua en un sentido -el de la deformación del vocabulario y la sintaxis hasta límites incomprensibles- o en otro sentido -una evolución basada en una inclinación cada vez mayor a querer aprender, comprender y aprehender nuestro entorno, lo cual incluye agarrar libros y diccionarios, y leerlos y usarlos- depende enteramente de nosotros. En algún otro foro donde me echaron a patadas me encontré con cierto forista que hablaba de la "libertad absoluta en la evolución de las lenguas". No es cierto; eso sería cierto para el indoeuropeo o para el latín en el siglo tres antes de Cristo. Hoy en día tenemos la posibilidad concreta de influir sobre la evolución de nuestra lengua y decidir si queremos un idioma que refleje que adentro llevamos la lacra más grasienta de los medios de comunicación o un interior forjado en lecturas edificantes y constructivas (los clásicos griegos, la literatura argentina, cualquier literatura de buena calidad).

Muchachos, creo que a esta altura estamos grandecitos como para que el lenguaje nos maneje. Estoy convencida de que, hasta cierto punto y con los límites que impone la lógica, nosotros podemos gobernar la evolución de nuestra lengua, según queramos ser una sociedad de brutos o una sociedad de tipos medianamente sensibles e instruidos. 

Lo bueno de todo esto es que el interruptor está en nuestras manos.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sólo para unos pocos

Hay traductores que se guían por criterios incomprensibles. El otro día, en "That Mitchell and Webb Look", en el sketch del programa de preguntas y respuestas que se realiza en una especie de refugio antiaéreo, en varios subtítulos aparece la frase "the event". Ajá. Sí, claro, la gracia del sketch es que el programa de preguntas y respuestas se desarrolla luego de que tuvo lugar un suceso, "the event", que destruyó a gran parte de la humanidad.

Ya dije en algún otro artículo de este blog que el mouse de la computadora ya es el mouse y difícilmente sea el "ratón"; pero creo que la frase "the event" no solamente tiene una traducción, sino que esa traducción es esencial para que se entienda el subtitulado.

Si vamos a pensar que "bueno, el televidente sabe inglés y lo va a entender", entonces, ¿para qué subtitulamos, en primer lugar? Dejemos todo en inglés, si total "el espectador entiende". Cosa de locos.

A mí me sucede, en otro ámbito -el de la traducción pública-, con ciertos listados de artículos para oftalmología. Hay unos tapones a los que incluso en castellano se les dice "plug". "Plug" significa "tapón". Muy bien. En las traducciones públicas que yo hago, coloco ambas palabras, "plug" para aquel lector al que le guste la jerga médica, y entre paréntesis pongo "tapón", porque si de algo no me tengo que olvidar es de traducir. ¿Qué sentido tiene conservar un nombre en inglés cuando en realidad mi función es la de comunicar al lector el significado de las palabras del idioma extranjero?

Algo parecido sucede con una sonda cuya marca es Monoka. Entre los médicos se la conoce así, "Monoka" o "Mini-Monoka", según el tamaño. Bien, pero mi obligación para con el lector de la traducción es glosar esa marca, lo cual da como resultado "sonda marca Monoka". Habrá gente que entienda la palabra "Monoka" así, pelada, pero ¿y el que no entiende?

Lo contrario sucede con la palabra "stent", por ejemplo. El stent es un dispositivo médico tubular que sirve para apuntalar, para mantener abiertas determinadas cavidades o vasos sanguíneos. Su nombre viene de su inventor, el Dr. Charles Stent, inglés. El nombre de este dispositivo ya está tan difundido que es inútil y hasta confuso llamarlo de otra manera. Ésta es una de esas ocasiones en que el nombre en inglés ya quedó acuñado como significante de una cosa, pero no quiere decir que esto sea un piedra libre para dejar palabras en inglés que son perfectamente traducibles al castellano.  

Sustantivos que perdieron el adjetivo

Hay sustantivos cuyo adjetivo, estando omitido, tienen la virtud de ser evocado de todas maneras. Es claro que en este proceso influye mucho el contexto .

¿Ejemplos? La palabra "suerte". Existe la mala y la buena suerte, pero cuando uno desea "¡Suerte!" se supone que es de la buena. Y no hace falta mencionar el adjetivo "buena" al hacerlo.

Otra palabra es "condiciones" en la locución prepositiva "en condiciones". Cuando uno dice, por ejemplo, "el auto está en condiciones" o "la casa está en condiciones", o cualquier otra cosa, no hace falta decir que está "en buenas condiciones"; está implícito. Sí hay que agregar la palabra "malas" a "condiciones" para expresar lo contrario: que el objeto / cosa de que estemos hablando no se encuentra en buen estado.

Y otra palabrita que también perdió su adjetivo es "actitud". Más que en castellano, donde no la veo tan usada, eso sucede en inglés, "to have an attitude". "To have an attitude" o "to have such an attitude" significa comportarse con altivez, con prepotencia; es decir, se trata de una "bad attitude", pero el adjetivo "bad" se perdió y con el sustantivo solo parece bastar y sobrar.

martes, 6 de marzo de 2012

Entrevista a Ricardo Chiesa y a Walter Kerr

La revista "Lecciones y ensayos" publicó en Internet sendas entrevistas a dos traductores argentinos que no sólo dieron (Ricardo Chiesa) y dan (Walter Kerr) en las aulas (sobre todo de la UBA) lo mejor de sus conocimientos y de su experiencia profesional, sino que además son buena gente, de buena leche.

Pueden encontrar dichas entrevistas gugleando "Ricardo Chiesa" y "Walter Kerr", pero también voy a tenerlas colgadas en mi sitio de Internet, http://www.avlt.com.ar/, en la parte de Libros electrónicos. 

Para el que le guste encontrar no solamente definiciones teóricas acerca de la traducción, sino también jugosas experiencias de vida de estos dos grandes traductores argentinos y contemporáneos, se trata del material indicado. Este tipo de entrevistas no se encuentra todos los días. Personalmente, las recomiendo. 

El posgrado del traductor

Como siempre, opinión subjetiva y personalísima de una servidora, así que nada de mails airados mandándome al mismísimo c!!#¿¿rajo, ¿estamos?

Llega esta época del año y arrecian los mensajes de correo electrónico con los más variados cursos; entre ellos, los posgrados para el traductor y los cursos de especialización.

Todos son muy tentadores; en muchos casos, el docente o la docente valen la pena; en otros, lo que desalienta es el valor económico de los susodichos posgrados. Otros avisos anuncian cursos que más o menos me interesan, el docente no me resulta conocido ni reconocible, pero no importa. Me he metido muchas veces en lo que al principio pensé que era una madriguera, pero después me di cuenta de que era un curso digno o más que digno.

La falta de tiempo me impulsa a encontrar un camino alternativo (*): el de formarme y leer por mi cuenta. O bien el de formarme con profesionales de las especialidades en las que quiero especializarme o en los temas que tengo más flojos. Por ejemplo, los lectores asiduos de este blog-engendro saben que hace tiempo tomé más o menos unos tres años de clases de filosofía. Siempre me había interesado el tema (incluso llegué a anotarme en la carrera, en la UBA, y hasta llegué a tener libreta universitaria de Filo), pero no me había dedicado. La necesidad y las ganas hicieron que comenzara a tomar clases particulares.

Lo interesante de esta vía alternativa es que, como dije en algún otro artículo, uno sale del circuito de traductores. Comienza a ver cómo piensan los profesionales de otras profesiones. Se ve forzado a hablar de otra manera, sin sobreentendidos, sin lugares comunes (los clientes, los pagos, las tarifas). La cabeza comienza a abrirse y uno ve que lo que a uno le sucede como traductor también le sucede a otros -de otras maneras, con otro estilo-. No todo es gramática, equivalencias, texto fuente-texto meta. Hay un mundo allí afuera.

Salir del circuito de traductores también posibilita contarles a los demás qué hacemos. Es decir, en lugar de ser el vínculo entre dos culturas, somos un vínculo entre dos realidades. Y también posibilita conseguir algún trabajo. Esto ya lo dije en otro artículo, pero permítaseme la repetición. Salir a contarle a los demás: "Soy traductor" puede generarnos algún rédito laboral. Pero ésta es una cuestión que yo tomaría por añadidura, no como un fin en sí mismo. Sería una tontería vestirse de largo, ir al vernissage del Sr. Embajador, llevar el sobre de lentejuelas lleno de tarjetitas y darse cuenta de que a nadie le importa de qué trabaja una porque todos fueron a divertirse, no a hablar de trabajo.

Leer por cuenta propia también es una buena forma de especializarse. La leve desventaja que le encuentro es que es más difícil acreditar los conocimientos al estudiar por esta vía que cuando uno asiste a una institución. Salgo de hacer el curso de "Terminología de petróleo y gas" de la Academia Pirulito y seguramente que un diplomita me van a dar. No sé, un papelito que acredite la asistencia. Cuando una estudia sola, eso no sucede.

Lo que sí puede hacerse cuando una estudia por su cuenta es escribir algo, escribir un libro electrónico, por ejemplo, y publicarlo en Internet. Como si fuera una tesis. Una manera de mostrar qué razonó una a partir de una determinada cantidad de lecturas. ¿A quién estaría dirigido ese susodicho libro? No lo sé bien. En Internet te puede ver todo el mundo. Dudo de que no te vea nadie. Que nadie te escriba para decirte: "Che, muy lindo libro" es otra cosa, pero creo que más de uno puede bajarse tu libro. Y si fuera un libro realmente interesante, por qué no intentar la vía tradicional, la de la publicación tradicional vía una editorial.

Pero no nos desviemos tanto. El conocimiento como fin en sí mismo; me parece que ése es un valor digno de ser rescatado. Vivimos en esta cultura capitalista en la cual todo tiene que tener un uso y una utilidad inmediatos. "Me especializo en terminología de la Bolsa / petróleo / finanzas / marketing para trabajar en algo que me deje guita". No está mal. No está nada mal, pero a lo mejor te gusta más leer sobre Lacan. Y ese espacio que una se reserva para hacer lo que al principio parece perfectamente inútil -como estudiar filosofía- puede traernos más de una sorpresa (agradable). Sólo es cuestión de que la vida tome su curso y el cliente nos encuentre a nosotros con el trabajo soñado. Alguna vez me pasó, y estoy segura de que me va a volver a pasar.

Chau.

(*) Bueno, si usted se asombra y a esta altura no se dio cuenta de que toda Luisa es alternativa, hasta el último pelo (¡que tiene y mucho!), por favor, vuelva a leer todo el blog y rece cinco Avemarías pidiendo iluminación.

¿Más calcos inglés-castellano? Sí.

Cuándo no: Luisa mirando documental en el cable. Luisa descubre otro calco del inglés al castellano. Locutor del documental que dice: "La gente no puede esperar a ver al nuevo oso panda del zoológico de Mongo Aurelio...", calco evidente de "The public cannot wait to see the new panda bear...".

Parece que la gente no tuviera tiempo para ver al susodicho osito y se estuviera por ir, apremiada por compromisos harto más importantes. No es así. Luisa considera que la frase debió haberse traducido como siempre ella traduce este tipo de frases: "La gente se muere de ganas de ver al oso panda...", "La gente está entusiasmada por ver al oso panda.." o equivalentes.

Luisa tiene la paciencia al plato, por no nombrar una parte de su anatomía, pero que se joda Luisa por estar con el radar de detectar malas traducciones a cuestas. Eso, sí, que se joda.


lunes, 5 de marzo de 2012

Más sobre la traducción de títulos de películas

Algunos artículos atrás hablé de que, en general, los títulos de las películas no se traducen, sino que en más de una ocasión la distribuidora local altera leve o totalmente el título original y le pone en castellano un título que "venda" la susodicha película. Entonces, dije en ese momento, no nos tiene que escandalizar que la película "Mrs. Doubtfire" no se llame en castellano (por lo menos, en el de la Argentina) "Sra. Doubtfire" porque es un título que no dice nada. En cambio, el título con la que se la conoció por estos parajes, "Papá por siempre", apela al cuore latino que todos los argentinos tenemos y nos impulsa a ver quién es ese papá y por qué ejerce su oficio por siempre.

También hablé de películas con títulos parecidos y dije que las distribuidoras, en esos casos, tratan de poner títulos distintos para evitar confusiones. En esa oportunidad hablé de la película "Lord of the Rings" y de "The Ring", y de cuál había sido el título de cada una. Pero toda regla tiene su excepción: vemos en los cines porteños, por estos días, que hay una película llamada "La dama de hierro" (con la actuación de Meryl Streep, para mi gusto, muy buena actriz, pero que al igual que Robin Williams, aceptó en más de una ocasión actuar en bodriazos, seguramente para pagar las expensas del departamento), y otra película llamada "La dama de negro", con el bueno de Daniel Radcliff (¿por siempre Harry Potter?). 

Y yo las entiendo a las distribuidoras: ¿le vas a poner otro nombre a la película "La dama de hierro"? No, sobre todo porque los argentinos no queremos privarnos de tirarle tomatazos al afiche, no por la linda de Meryl Streep, sino porque la Sra. Thatcher se merece algún tomatazo en el medio de la frente. ¿Le vas a poner otro título a "La dama de negro", si ya es un título súper ganchero y vendedor? No.

Entonces, lo único que resta es prestar atención en la boletería y decirle al niño/niña que esté despachando las localidades, en voz bien alta y castellana, "La dama de ¡¡hierro!!" o "La dama de ¡¡negro!!", y fijarse bien que la entrada sea para la película correcta. 

La traducción no es una ciencia exacta. La cinematografía tampoco lo es.